Comentario
Finalmente, la Monarquía de España -con sus prolongaciones coloniales en el Norte de África, en América y, más tarde, en el Pacífico- formó un tercer conjunto de Estados individualizados dentro de la Monarquía Hispánica. En efecto, al margen de los conflictos constitucionales desatados en reinados sucesivos en la Corona de Aragón -aunque nunca en el reino de Navarra ni en las provincias vascongadas incorporadas a la Corona de Castilla-, España se fue afirmando como una Monarquía unida frente al resto de los territorios de la Monarquía Hispánica. Esta realidad puede constatarse examinando la producción legislativa, siguiendo el lenguaje de las cancillerías europeas y, tal vez, sometiéndose a la prueba de la colonización de las Indias, reservada en exclusiva a los "naturales de España", es decir a los nacidos en la Corona de Castilla -sin necesidad de una mención particular a los vascongados, tan numerosos en la empresa americana-, en los cuatro Estados de la Corona de Aragón (como participantes en el descubrimiento), en el reino de Navarra (pese a su incorporación posterior al descubrimiento, lo que resulta muy significativo) y en las islas Canarias, mientras que (como evidencia a contrario) quedaban fuera los naturales de Cerdeña, Estado aragonés desde tiempos lejanos, pero Estado italiano al fin y al cabo.
En Yuste, Carlos ya había podido constatar que la idea imperial no había bastado para dotar de una unidad a todos los Estados que había heredado de sus antepasados, por lo que el bloque germánico (Austria y Alemania) quedó definitivamente al margen de cualquier tentativa en tal sentido. Por el contrario, esperaba la continuidad de otra realidad política, todavía muy amplia, que sería la de la Monarquía Hispánica, con su primogénito Felipe como soberano de todos los Estados constituyentes. Sin embargo, dentro de la misma cobraba cuerpo una realidad menos dilatada, pero más cohesionada por razones históricas, la de la Monarquía de España, fraguada por los Reyes Católicos y afirmada a lo largo de su reinado. Era la única destinada a llegar hasta el día de hoy, a pesar de todos los avatares experimentados a lo largo de sus cinco siglos de existencia.